Nuestro lugar

Existen fenómenos en la naturaleza que exceden la inteligencia de esta materia bípeda que configuramos los humanos.
Los científicos se ocupan de estudiar los agujeros negros, descubren nuevos planetas, otras galaxias, pero son incapaces de responder a la pregunta ¿Dónde demonios estará la caja de tornillos de una pulgada?.
No, en la estación MIR no. La respuesta correcta: En el galpón.
El galpón, lugar de depósito de todo de lo que no sirve pero uno cree que sirve, aunque no sabe para qué, pero supone que para algo será utilizado en una etapa posterior de la vida.
El galpón somos nosotros, guardamos las cosas del pasado, algunas oxidadas, otras rotas, desvencijadas o patinadas por la nostalgia; la lista es innumerable.
Comencemos: Una buena razón para empezar un sábado diferente. Se levanta el señor, (no, el de los Anillos, no) medita ante una taza de café y decide que hay que limpiar el galpón.
Definiciones previas.
El galpón es, como todo el mundo lo sabe, un espacio físico, sus dimensiones no importan, cualquiera sea su tamaño nunca alcanzará para albergar lo que su continente soporta.
Eso hace que se apilen cosas sobre cosas y si uno necesitara algo de lo que allí mora, o recordara qué es lo que guarda, definitivamente, estará debajo de todo.
Colocar algo en un galpón es una muestra definitiva de animismo.
¿Cómo puede uno tener sentimientos para con un tornillo, una rueda de un auto que vendió hace diez años, una manguera toda mordida por un cachorro que hoy tiene catorce años, un martillo sin mango, llaves inglesas destripadas, viejos regadores de césped, latas de pintura de años (cuando la casa era de otro color) espátulas desteñidas por el tiempo y pintadas de óxido y pinceles inutilizables? Como viejas fotos que se vuelven amarillas con el tiempo. Como una caja llena de arandelas que ruedan en el espacio y que no serán nunca usadas. Como clavos de todo tamaño, aún los torcidos, sacados de la pared del tiempo con una tenaza en ocasión de una mudanza.
¿Por qué están allí?
La respuesta no es simple (bueno, no es para tanto). Resumimos en el galpón el ritmo de nuestras vidas. Odiaría llevar mi máquina de escribir con carbónicos incluidos, al mundo impiadoso del olvido. Destornilladores obsoletos. Cuerdas cortas, largas y otras inútiles. Trapos de piso que sirven para limpiar el piso del pasado. Cortadoras de césped rotas. Juguetes, de hijos que ya no jugarán (o sí) con un tren eléctrico.
Muñecas deshilachadas. Algún gato trasnochado que busca asilo. Mis primeras botas que caminaron mi provincia y otros lugares del país a la grupa de quien me llevara solo en el camino, por la gentileza de la confianza que alguna vez existió.
El galpón es siempre algo para arreglar, hay que limpiarlo, tarea que indefectiblemen te, quedará para el próximo fin de semana, pero hay que vivir el tiempo del trabajo y de tanto en tanto, con ropa de faena, sumergir las manos en ese galpón, que es el museo de nuestras vidas. Un museo que acumula la historia de años y que muestra que aunque ellos pasen, siempre quedan los recuerdos materializados en ?aquellas pequeñas cosas? Son agradables los museos, llaman a caminar en forma silenciosa y hablar en baja voz, mientras se transita por encerados pisos, desfilan los capítulos de la historia de cada quien. Es el galpón como un museo grecorromano de historias que nunca desaparecerán porque están allí y posiblemente nos sobrevivirán... Eso es, simplemente, un galpón.
"El Galpón", mi galpón... es un lugar para el Folklore y una puerta abierta a todas las manifestaciones populares con raíz nacional.
Un lugar donde semanalmente nos encontramos con los amigos sean estos Músicos, Poetas, Escritores, Pintores o simplemente amigos narradores de la vida y con los que pasamos gratos momentos y escuchamos un puñado de canciones un par de poemas y mate de por medio le damos vida al Galpón. A veces uno lleva una guitarra corremos las sillas y comienza la salamanca, con ritmos de Chamamá, Chacareras, Gatos y Zambas vamos desgranando historias y leyendas mientras desandamos el Camino del Canto... porque cada vez que abrimos la tranquera para que las coplas salgan a recorrer el camino del canto, la canción alborozada llega desde los cuatro rumbos del viento...
Simplemente eso es El Galpón un puente imaginario y mágico tendido entre un estudio de radio en el que me encuentro y tu corazón en cualquier lugar en el que te encuentres
 
Un gran abrazo desde El Galpón
Carlos Eduardo González